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No es el fuego, es el abandono: Por qué vivir en un pueblo es la mejor defensa contra los incendios

Cada verano, el horror se repite. Imágenes de llamas devorando miles de hectáreas, evacuaciones desesperadas y una pregunta que nos persigue: ¿por qué esto es cada vez peor? La respuesta, aunque compleja, tiene una causa raíz que a veces pasa desapercibida: el abandono de nuestros pueblos.

Por ello, estamos convencidos de que la solución a los megaincendios no solo está en más medios de extinción, sino en repoblar el medio rural. Este no es un discurso romántico, sino una evidencia respaldada por expertos, vecinos y datos irrefutables.

El triángulo del fuego: La clave que explica la tragedia

Para entenderlo, debemos mirar al “triángulo del fuego”: calor, oxígeno y combustible.

  • Calor: El 95% de las igniciones son por causa humana (negligencia o intencionadas). Es el “mechero”.
  • Oxígeno: Está en el aire. Es incontrolable.
  • Combustible: La vegetación seca y abandonada. Este es el único elemento que podemos gestionar de forma realista.

Aquí está el meollo del problema: el abandono rural es el gran proveedor de combustible.

La España vaciada: Un polvorín a punto de estallar

Como bien denuncia la Revuelta de la España Vaciada bajo el lema “La despoblación es la llama que quema nuestros pueblos”, el éxodo rural tiene consecuencias catastróficas:

  • Desaparición de Cortafuegos Naturales: Se han abandonado 4 millones de hectáreas de cultivo desde 1962 (Greenpeace). Esos campos y pastos para ganadería extensiva actuaban como barreras naturales que frenaban el avance de las llamas.
  • Monte continuo e inflamable: Sin habitantes que lo gestionen, el monte se llena de maleza y matorrales secos, creando una masa forestal continua y altamente inflamable. El 81,52% de la superficie forestal en España no tiene plan de gestión.
  • Pérdida de los guardianes del territorio: Como afirma Mónica Parrilla, de Greenpeace, “la población rural es clave en la emergencia ambiental. Son los guardianes de los ecosistemas”. Su conocimiento y vigilancia son la primera línea de defensa.

La solución es clara: un medio rural vivo y con futuro

Las propuestas sobre la mesa, de la mano de expertos y vecinos, apuntan todas en la misma dirección:

  1. Gestión forestal activa: Recuperar cuadrillas forestales todo el año para limpieza y mantenimiento, no solo para extinguir.
  2. Apoyo al sector primario: Fomentar la ganadería extensiva, una herramienta milenaria de limpieza del monte, haciéndola económicamente viable.
  3. Economía circular rural: Dar valor al bosque a través de productos locales (madera, setas, resina), biomasa y turismo sostenible. Proyectos como PRISMA o BIOVALOR ya están explorando este camino.
  4. Inversión en prevención, no solo en extinción: Como señala Parrilla, “el presupuesto no puede ir destinado exclusivamente a la extinción porque vemos que no resuelve el problema, de hecho, lo agrava”. Se exigen 1.000 millones de euros anuales para prevención.

Juntos podemos cambiar la narrativa. El cambio comienza con la información, pero se materializa con la acción.

La próxima vez que el humo oscurezca el horizonte y las noticias hablen de hectáreas calcinadas, recordemos que el origen de la tragedia no es solo una chispa perdida.

Es el silencio

El silencio de las plazas de los pueblos, el silencio de los campos que ya no se trabajan, el silencio de las administraciones que priorizan apagar el fuego sobre evitar que se encienda.

Frente a este paisaje de abandono, la solución parece tan clara como desafiante: devolver la vida, el ruido y el cuidado a esos territorios abandonados. ¿Estamos a tiempo de reescribir esta historia?

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